ALMANAQUE BSE 2019_ 153 Einstein en el Plata Aquel 25 de marzo de 1925 la gente se agolpaba en el puerto de Buenos Aires, muchos periodistas de diferentes medios, con sus cámaras fotográ- ficas y blocs de notas, querían cubrir la noticia y estaban expectantes a la llegada del vapor Cap Polonio de Hamburgo. Días previos, la prensa se había encargado de anunciar la llegada al Río de la Plata de una de las mentes más brillantes del siglo XX; esto generó mucha expectativa ante el público. Albert Einstein sorprendió con sus pelos desorde- nados y canosos; tenía 46 años y lo acompañaba su segunda esposa Elsa. A esta altura Einstein ya había formulado su teoría de la relatividad especial y general (1905 y 1915, respectivamente) y era depositario del Premio No- bel de Física de 1921 por su descubrimiento del efecto fotoeléctrico. A mediados de la década de 1920, el físico había alcanzado celebridad mundial, y los medios periodísticos lo veían como “el hom- bre más famoso de la ciencia moderna”, el “sabio alemán” o hasta “el hombre más inteligente del pla- neta”, tal era la fama que había alcanzado. En Argentina brindó doce conferencias (algunas las dictó en francés y otras en alemán), la mayo- ría dedicadas a explicar su novedosa teoría de la relatividad en diferentes ámbitos académicos de Argentina. Estuvo en el Colegio Nacional de Bue- nos Aires, en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en las universidades de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, para después de un mes en el vecino país, el 24 de abril, viajar a Uruguay donde permanecería hasta el 1° de mayo. Einstein escribió en su diario sobre Uruguay: “En el Uruguay encontré una cordialidad auténtica como pocas veces en mi vida. Encontré ahí amor a la tie- rra propia, sin el menor delirio de grandeza”. Y más adelante agrega: “Nota: lo referente a Montevideo fue escrito de memoria a bordo del vapor. En reali- dad, hubo mucho más y fue mucho más variado, de modo que, a pesar de todo el amor, me quedaba sin aliento. Pero fue mucho más humano y agradable que en Buenos Aires, a lo que contribuyeron natural- mente las dimensiones mucho más reducidas del país y de la ciudad. Claro, esta gente hace pensar en los suizos y en los holandeses. Modestos y na- turales. Que el diablo se lleve a los grandes estados con sus obsesiones. Los dividiría a todos en más pequeños, si tuviera el poder para ello.” Pero estando en Buenos Aires, en la tarde del 16 de abril de 1925, Einstein asistió a una sesión especial en su honor de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Argentina, en la que el presidente, el naturalista y escritor doctor Eduar- do L. Holmberg, le entregó su diploma de Académi- co Honorario; y a continuación se pasó a escuchar “su ilustrada palabra en respuestas o preguntas que, sobre la Teoría de la Relatividad y problemas afines, le formularán algunos miembros de la Academia y otras personas invitadas especialmente”. Los Ana- les de la Academia y otros textos históricos coin- ciden en destacar la intervención –entre otros– de un joven de 24 años, delgado, de ojos celestes, con lentes, quien le formuló una pregunta de la que Einstein se vio impresionado. Se trataba del uru- guayo Enrique Loedel Palumbo, estudiante de física < Encuentro de Vaz Ferreira y Albert Einstein, el 24 de abril de 1925 en un banco de la entonces plaza Artola, hoy en día de los 33 Orientales »