ALMANAQUE BSE 2019_ 197 H ay unas arañas con las que seguro hemos tenido al menos un encuentro cercano algu- na vez. Las encontramos entrando a nues- tra casa, entre la leña o entre escombros. Esas arañas pertenecen a la familia Lycosidae, o de las “arañas lobo”. Si bien no está claro de dónde pro- viene su apodo, algunos autores sostienen que es del griego Lycos −lobo−, otros lo atribuyen a uno de los géneros conocidos más antiguos de la fa- milia, −Lycosa−, y otros a la forma en que cazan sus presas: persiguiéndolas hasta atraparlas. Sea como fuere, las arañas lobo pertenecen a una de las familias de arañas con mayor cantidad de espe- cies. Actualmente se conocen más de 120 géneros y 2.400 especies en el mundo, de las cuales entre 30 y 35, pertenecientes a unos 12 géneros, viven en Uruguay. Poseen ocho ojos, dispuestos en tres filas, que les permiten una buena visión diurna y gracias al tapetum −capa reflectora cristalina que desvía la luz hacia la retina−, también muy buena visión nocturna. Gracias a ese tapetum es que podemos descubrirlas de noche, porque alumbrándolas con una linterna cabezal sus ojos brillan. Son exce- lentes cazadoras, que se alimentan de insectos y también de otras arañas ¡incluidas las de su propia especie! No usan seda para envolver a las presas (como sí lo hacen las arañas típicas de tela) y no tienen un lugar fijo para vivir sino que suelen des- plazarse (errantes). Aquí reunimos y resumimos lo que venimos aprendiendo de las arañas lobo uru- guayas, para que cuando las encontremos (o nos encuentren) sepamos descifrar su lenguaje. Una compleja forma de amar Reproducirse para las arañas lobo no es sencillo. Las hembras son más grandes que los machos y capaces de canibalizar a sus potenciales parejas. El cortejo cumple una función decisiva para evitar estos comportamientos agresivos y para la correc- ta identificación de la pareja, lo que se hace impres- cindible para no cometer errores cuando el período de actividad es compartido por más de una espe- cie. Por eso, tanto hembras como machos utilizan varios canales para comunicarse. En S. malitiosa (figura 1), el macho inicia el cortejo al detectar sustancias químicas (feromonas) asociadas a la seda que las hembras dejan al caminar y continúa con una serie de despliegues visuales conspicuos desplegados por el macho: sacudidas de patas delanteras, vibración del abdomen y golpes con pedipalpos sobre el sustrato (“tamborileo”). Si la hembra evalúa positivamente al macho, suele co- municárselo moviendo sus patas delanteras y una vez que el macho se acerca, ella apoya su cuerpo en el sustrato permitiendo que él monte. ^ FIGURA 1. S. malitiosa < FIGURA 2. Pareja copulando »