ALMANAQUE BSE 2019_ 227 E n la década de 1950, una joven estudiante de bachiller en Ciencias del Instituto Alfre- do Vázquez Acevedo (IAVA) fue convocada como suplente en una escuela rural en Rivera. La escuela se llamaba Los tres cerros y la joven maestra Cledia de Mello. Este afortunado epi- sodio le dio a Cledia la oportunidad de sentir la pasión por la pedagogía, tomarse como propio el desafío de aprendizaje de esos niños que con tan- to esfuerzo asistían a la escuela en el medio de la nada, muchas veces caminando kilómetros para alfabetizarse. Luego de cumplida su suplencia, Cledia volvió a Montevideo y se inscribió en Magisterio. Estudió y practicó con tanto ahínco que a los pocos años creó un nuevo modelo de enseñanza primaria: el Método Natural e Integral, también conocido como el Método de Cledia. Tiempo después de su paso por la escuela rural diría cómo se gestó la necesidad del método. Cle- dia se vio a ella misma como niña en la escuela y entendió que aprendía sin entender, ajena a lo que realmente le interesaba, copiando y repitiendo una y otra vez lo que le decían. Colocarse en el lugar del niño y vérselas con el aprendizaje de la lecto-es- critura, le hizo interpretar que el sistema educativo tradicional borra con un codo al propio sistema que el ser humano posee por naturaleza para aprehen- der el mundo que le rodea. Observó en su pasaje por la escuela rural que los alumnos hacían un gran esfuerzo por acudir a cla- se, a caballo o caminando, se llevaban una letra o un número para repetirlo y aprender a escribirlo, y volver al otro día. Era frecuente que se repitiera el primer año porque no se llegaba a la meta de escritura para hacer segundo año de primaria. Un fracaso escolar tácito. Para que no se fueran con poquito, Cledia intentó enseñarles un conjunto amplio de letras con la finalidad de que pudieran diferenciar las unas de las otras. Su primera expe- riencia como maestra dio como resultado que ese año todos los niños de esa escuela rural aprendie- ron a leer y a escribir. “¿Cómo era posible que niños que cabalgaban le- guas a diario para llegar a la escuela se marcharan solamente con el dibujo de una letra y el de un nú- mero? Si jugaban con las piedritas del camino, cru- zaban cañadas y disfrutaban de animales y plan- tas, ¿por qué en clase se usaba un vocabulario tan ajeno a su riquísima experiencia?, ¿se justificaba esperar una indicación del programa para hablar del aire puro que respiraban, del cielo estrellado de la noche o el suelo que cultivaban?, ¿por qué niños que reconocían tantos nidos y plumajes diferentes, escribían la palabra “ave” pero no hablaban de las aves como seres vivos, ni comparaban sus carac- terísticas con otros animales que conocían?”1 La base orgánica del MNI y la Escuela Nueva de la década del 50 El Método Natural e Integral (MNI) surge en los años 50, en un contexto de lo que se denominó Escuela Nueva o Activa. Era un momento efer- vescente donde también se estaba aplicando en Uruguay “el Plan Estable” con impulso de algunos pedagogos como Carlos Vaz Ferreira, Clemente Estable y Antonio Grompone, quienes intentaban renovar la escuela con un enfoque de orientación cientificista e incorporando un programa gnoseo- lógico de integración del conocimiento. .................................... 1. Cita de Cledia de Mello en la página institucional del CENI http://ceni.edu.uy/institucional/ »