ALMANAQUE BSE 2019_ 217 L os orígenes del arte callejero que actual- mente adorna edificios y casas se remontan a los años inmediatamente posteriores al fin de la última dictadura cívico-militar (1973-1985), aunque lo que predominaba en ese momento era el graffiti, el primo pobre, díscolo y a veces irrespe- tuoso del arte urbano. Frases cargadas de senti- do político o sinsentido poético que hacían de las paredes otro foro de esa expresión que había sido subyugada durante los años dictatoriales. “Con varias otras formas de expresión, como el rock y las revistas under, el graffiti se vuelve la parte vi- sible de la movida contracultural que caracteriza esa época”, escribió en 2007 la investigadora aca- démica Ariela Epstein en su trabajo Los graffitis de Montevideo. Apuntes para una antropología de las paredes. Casi en simultáneo con la catarsis expresiva y po- lítica de los graffitis montevideanos, empezaron a llegar noticias desde Nueva York: la cultura hip hop, nacida entre los barrios con los edificios más descuidados y empobrecidos de esa ciudad, tenía como componente esencial una variante del gra- ffiti que empezó con unas rocambolescas firmas llamadas “tags”, pero fue posteriormente evolu- cionando hacia dimensiones mucho más grandes y complejas, que llegaban a cubrir vagones ente- ros del metro neoyorquino, para gran disgusto de las autoridades municipales de ese momento. El fenómeno fue reseñado por Epstein bajo el nombre “graffiti hip hop”: un ejemplo de “la globa- lización e hibridación de las culturas que se está dando, favorecida por la televisión, la Internet y la mayor movilidad de los jóvenes”. Desde hace algo más de un lustro, el arte urba- no en Montevideo empezó a transformarse en un muralismo que se ramificó casi en tantas direc- ciones como hay calles en la ciudad, modificando en ese proceso la cara de la urbe en algo más vi- vaz y colorido que antes. El muralismo y el arte urbano no es, claro, un in- vento de aquellos pintores que ahora son los que más actividad tienen en las calles montevidea- nas. Por ejemplo el mural del pintor y alumno del Taller Torres García, Miguel Ángel Battegazzore, cubre desde el año 1988 toda una fachada lateral del edificio de Bomberos en Minas casi Colonia, en la ciudad de Montevideo. Pero la ola de arte urbano que se venía cocinan- do lentamente desde los primeros años del siglo fue creciendo lo suficiente como para motivar un primer festival en el año 2013. Bajo la supervisión de una gestora cultural carioca que se había radi- » < OBRA Y FOTO: DAVID DE LA MANO