ALMANAQUE BSE 2018 136 entre exposición a elevados niveles de presión sonora, depresión, incomunicación, pérdida de solidaridad e incremento de la agresividad que se anticipaban ya hace dos décadas: “La situación ambiental es la que ocasiona en el hombre normal un continuo stress que desemboca en la agresividad, como ondas sonoras, música estriden- te, ruidos de los vehículos (…) provocando cambios conductuales, además de dificultades en las relaciones personales” (Benítez et al., 1996). “Un componente de la escalada de la violencia y de la criminalidad podría ser la exposición a la violencia acústica social” (Velis, 2000). A menos de los avances tecnológicos, las fuentes de ruido en la sociedad no han cambiado demasia- do en los últimos 2.000 años. En las referidas cartas de Séneca a Lucilio, el filósofo describe su entorno sonoro cotidiano: “Entre los ruidos que hay a mi alrededor sin distraerme, están los carros de la calle, el aserrador vecino y aquel que cerca de la fuente de Meta Sudans afina sus flautas y trompetas y más que cantar, berrea.” Hoy se podría decir algo similar en términos de motos, fábricas, o de “aquel que al lado de mi casa escucha su musiqueta a todo volumen hasta que se va a bailar a los boliches de moda”. La OMS, que definió “salud” en 1948 como “un es- tado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad o dolencia”, recién en 2004 aceptó que la molestia ocasionada por el ruido afecta la salud de quienes la padecen. Y pueden ocu- rrir efectos adversos aun si el receptor no se siente molesto (Lam et al., 2012). Así la calidad acústica ambiental se integra a los llamados “condicionantes ambientales de la salud” y al cuantificar sus efectos, emerge como un problema de Salud Pública (WHO, 2011): “por lo menos un millón de años de vida sana se pierden cada año por el ruido de tránsito en la parte occidental de Europa”. Más aún: “se estima que los ‘años de vida ajustados por discapacidad’ perdidos (…) debido al ruido ambiental son 61.000 años por cardiopatía isquémica, 45.000 años por deterioro cognitivo en niños, 903.000 años por trastornos del sueño, 22.000 años por tinnitus y 587.000 años por molestia.” No es poco: equivale a quitarle, cada tres años, un año a la “esperanza de vida sana” de los habitantes de nuestro país. Porlogeneralnosepiensaenlacontaminaciónso- nora como un problema ambiental evitable o al menos mitigable. Es como si se asumiera que es inherente a las Fallas de Valencia PIXABAY