ALMANAQUE BSE 2018 184 MI BANDERA El diseño original de nuestro primer pabellón per- tenece, según Alberto Moroy8, a Juan Ildefonso Blanco, joven artista de 16 años a quien su padre, Juan Benito Blanco, habría encargado la presen- tación del boceto correspondiente a la resolución de la Asamblea Constituyente, que demandaba con urgencias fijar y designar el Pabellón Nacio- nal. Sin duda que la urgencia provenía del con- texto en que nuestro pabellón debía nacer, un contexto de incertidumbre, oportunidades y for- talezas. Porque, las tensiones entre el Imperio del Brasil y el Gobierno de las Provincias Unidas ante la negociación británica hacían que cualquier in- cidente o error de interpretación hicieran fracasar todas las aspiraciones de independencia. Colonia y Montevideo9 aún se mantenían ocupadas por tropas del Brasil; Fructuoso Rivera invadía por su propia iniciativa y enarbolando la bandera de las Provincias Unidas, las Misiones Orientales, en una acción de la que nadie podía prever sus con- secuencias. El Gobierno de Canelones se alineaba a Rivadavia y al centralismo unitario de Buenos Aires; y a su tiempo Dorrego planeaba que tras la independencia temporaria de cinco años acorda- da para la Provincia Oriental, Rivera derrocaría a Lavalleja anexando nuevamente la Provincia Oriental a la Confederación10. Tengamos presente, que la emancipación no es- taba en el horizonte de los orientales de la cruzada del ´25, al igual que no estuvo entre los criollos de 1810;peroelderrocamientodeFernandoVII,como la intervención británica en nuestro caso, fueron si- tuaciones interpretadas como una oportunidad y no como una circunstancia. Y en este contexto de fragilidad diplomática y potenciales escenarios béli- cos, Lavalleja mantuvo firme su objetivo. Ponsomby escribía a Gordon el 9 de marzo de 1828 “Lavalleja ha prometido limitarse a asegurar la independencia de su propio país y detenerse ahí”11. Este era el contexto que demandaba la necesi- dad y urgencia de dar simbólicamente integridad territorial a la nueva República, expresándola en un pabellón. Estas circunstancias nos permiten considerar que la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica haya aconsejado las nueve listas celestes representando los nueve departamentos en que se dividía la naciente república, de igual mane- ra que las siete listas rojas y seis blancas alternadas de la divisa de aquel país representaban las trece co- lonias inglesas originales. Artigas había creado en 1816 seis departamentos12. El dominio portugués creó dos13; y al momento de la proclamación de la República nacía un nuevo departamento14 en toda la extensión al norte del Río Negro hasta el límite fijado con el imperio del Brasil en el río Cuareim. Ya no quedaban dudas, la nueva República comen- zaba a estructurarse lejos de Brasil y lejos de las Provincias Unidas, y el campo del pabellón orien- tal expresaba ese dominio en las nueve listas celestes; color que daba testimonio de su origen provincial. En cuanto al sol de nuestro pabellón, las ins- trucciones sólo indicaban “un cuadrado blanco en el cual se colocará un Sol”. Sin explicar significado ni diseño del mismo. Así, el Esc. Gerardo Alvez de Assis15 comenta: “(…) el sol era en general bordado a mano con hilos dorados y por lo tanto esas carac- terísticas variaban en función de los gustos y la ha- bilidad del artífice”. Se encuentran entonces, en la